PREGÓN DEL CARNAVAL DE DON BENITO (1994).
Cuando es patrimonio de un pueblo la hospitalidad, la cortesía y la alcurnia sus ciudadanos ejemplifican esos dones.
Cuando es patrimonio de un municipio la convivencia, la solidaridad y la tolerancia sus vecinos simbolizan la armonia social.
Siendo patrimonio de Don Benito la hospitalidad, la cortesía, la alcurnia, la convivencia,la solidaridad y la tolerancia, este servidor se enorgullece de pregonar en clave juglaresca las excelencias de sus 30.000 habitantes. Este servidor se congratula de esparcir a manos llenas la semilla humana y laboral, siempre fecunda, de todos los barrios de Don Benito y sus poblados. Este servidor, pues, aprovecha este foro festivo para rendir un homenaje afectuoso a Don Benito, a sus gentes y a su memoria histórica.
Los carnavales constituyen un hito descollante en el acervo sociocultural de esta localidad. El esplendor y la pujanza del carnaval dombenitense aconseja que su portavoz sea una persona elegida en razón de su relevancia y genialidad, como así ha ocurrido en años anteriores. Sin embargo, en esta edición, al socaire de los momentos de crisis y austeridad, vuestro pregonero no atesora sino un bagaje de humildad, voluntarismo y mucho amor a esta población; así que, de esta guisa,este aprendiz de pregonero , incentivado por los efluvios del almibarado licor de calabaza, se dispone a glosar una de las tradiciones populares que metaforiza la unidad vigorosa de los dombenitenses.
El Carnaval representa la quintaesencia de las fiestas profanas, de la misma manera que
Los Carnavales ritualizan con sus murgas y sus comparsas, sus máscaras y sus disfraces, su bullicio y su jarana la cultura impúdica de la transgresión, el triunfo irreverente de la historia oficiosa sobre el Boletín Oficial del Estado, la exultante victoria del intrépido subconsciente popular, la liberación, siquiera algunas horas, de la vida jerarquizada y prosaica.
Ya desde su origen, bien derivado de las licenciosas Saturnales romanas o de prácticas emparentadas con ceremonias cuyo objetivo consistía en preservarse contra los malos espíritus, el Carnaval ha gozado de excelente acogida entre las civilizaciones, a pesar de que en algunos periodos históricos ha sido cercenado merced a su contenido iconoclasta y hedonista.
Es cierto que en este mundo consumista y cismático vivimos tiempos alicatados hasta el cielo de desesperanzas, alimentados de ludopatías, rutas del bakalao, culebrones lacrimógenos televisivos, oncología social corrupta y pantalones vaqueros de marca. Es cierto que nuestras conciencias de metacrilato andan de rebajas anímicas y de saldos materiales. Es cierto y palmario: las estadísticas braman melancolía.
Aun así yo no tengo intención de arengaros con una herrumbrosa apología del infortunio. Bien al contrario, estoy aquí para animaros a que en estos días rindamos tributo a la fantasía ingeniosa, a la exuberancia volcánica, a la imaginación lúdica, a la magia libertina, a la mofa seductora. Estoy aquí para transmitiros un sentido gozoso de la existencia. He venido a convocar una huelga general que combata y reforme el desaliento y la rutina. He venido para que entre todos intervengamos la tristeza y entronicemos el clamor del júbilo.
Dombenitenses, entonemos al unísono el karaoke alborozado del "dale a tu cuerpo alegría, Macarena". Vistamos los ropajes sofisticados del Carnaval calabazón, infantilicemos nuestra voluntad y disfracemos nuestros anhelos irrefrenables.
Convirtámonos en arquitectos de nuestro propio carnaval: basta con situarnos ante el dadivoso cajero automático de la ilusión y solicitar con la versallesca tarjeta de crédito la mascarada ideal en la modalidad de candidez Walt Disney o en la vertiente irónica y sarcástica: maravillosos Aladinos dando rienda suelta a sus libidinosos deseos; dinosaurios jurásicos que pagan impuestos hollywoodienses; payasos con aviesa sonrisa circense; piratas con el mástil en posición beligerante a la espera del abordaje favorable; arlequines en busca de un regazo protector; travestidos rijosos con orejas 903; personajes públicos esperpénticos a los que se les ve el plumero y la urna; banqueros engominados prestidigitadores de ingenuas acciones bursátiles; magos pintorescos que hipnotizan el futuro; señoras silicónicas con guiños maliciosos; brujas con escobas corte inglés, especialistas en brebajes altos en calorías; airadas Lorenas que seccionan el aparato patriarcal; bucólicas doncellas verde, blanca y negra abandonadas por el desodorante de los leones en noviazgo de conveniencia con la butifarra, la sardana y el Liceo; infantas elenas con el corazón traspasado por reales Cupidos; en suma, placentero teatro de máscaras que trivializan nuestro acontecer.
Los terapeutas del marketing decoran la geografía urbana del Carnaval con pins emancipadores de complejos, cromos del desacato a los cánones imperantes, masters de subversión del orden social, concursos de requiebros a la libertad y pícaro caos auspiciado por el prohibido prohibir.
Cuando en la vida cotidina salir disfrazados de los juzgados con la gabardina en la cabeza se ha acuñado como moneda de uso corriente, resulta reconfortante apostar por la careta meliflua del Carnaval; cuando en el discurrir diario se enseñorea el terrorismo y la depravación resulta tentador elegir un prêt-à-porter provocativo de Chanel y Claudia Schiffer; cuando en las calles transita el síndrome de Alkasser y Nigrán, resulta justiciero enfundarse el uniforme de díscolos zapatistas en aras de la ética.
!Cuán fermoso y con qué donaire viene el Carnaval por la plaza de Don Benito¡. La farándula carnavalesca blasona el escudo de la ciudad con la heráldica histriónica y majestuosa de los improvisados actores y actrices que traducen las aspiraciones de los dombenitenses a la vez que los liberan de frustraciones y prejuicios. La ruta del Carnaval nos conducirá desenfrenadamente, aunque con el air bag de la amabilidad como cicerone, durante el año
Dombenitenses, disfrutad de la acrobacia festiva y levantisca del Carnaval porque este mundo ha institucionalizado la fecha de caducidad y la liturgia consumista nos ha impuesto la tiranía de lo efímero. A la locura y subjetividad de don Carnal le sucederá la cordura y objetividad de doña Cuaresma. La gula carnavalesca sensual, artificiosa y balsámica será sustituida por la abstinencia cuaresmal atribulada, comedida y circunspecta.
Llorad desconsoladamente cuando enterréis a la sardina calabazona; cohortes estruendosas y comitivas grotescas, llorad como plañideras porque en la batalla de las estrellas habrá ganado otro año más el ecus o lo que es lo mismo poderoso caballero es don dinero, el 15% de IVA, el paro, los iluminados de la goma 2, la clonación, el colesterol, la vida a plazos y el gran juego de la oca.
Mientras tanto os apremio a que participéis activamente en el reality show del carnaval:
si estás mustio y vives inmerso en la más pudorosa monotonía, lo que necesitas es amor y un disfraz de enamorado; si tu culebrón existencial no es chévere y discurre siempre caudaloso tu lacrimal acicálate de Kassandra; si ejerces de sesgado contribuyente y tienes problemas con el fisco alquílate un laxante ministro y maravíllate con Lola Flores; si dices bribonadas y "que te pego,leche", te puedes transformar en un pastiche Supermán rumasino; si crees en la complicidad de las tribus, embózate un Maastrich comunitario; si amas los juegos, reconviértete en cupón; si estimas que el Estado del Bienestar hace aguas, diséñate un salvavidas; si te gusta el deporte, recrea al "boxeador" Romario, ideal para "partir la pana" en el Mundial de Fútbol; si no te enrollas bien, colega, cómete un donuts, bueno, mejor dos; y si no encuentras lo mejor de ti mismo y estás perdido, como media España, contacta con Sherlock Lobatón ¿quién sabe dónde?.
Para finalizar recordemos algo en lo que todos coincidiremos: que estos Carnavales transcurran por los cauces de una virtud inherente a los ciudadanos de Don Benito, la galantería hacia los que nos visitan.
Y cuando devolváis los disfraces al baúl de los recuerdos, entre la modorra resaca del jolgorio inhumado, iniciad una pirueta, acaso moralizante: a pesar de sumergirnos de nuevo en la anodina realidad prostática del calendario conservemos en nuestros espíritus la pirotecnia recreativa y rutilante del Carnaval. Por lo tanto no seamos jarones y desterremos la cancamurria; sólo oficializando el optimismo ganaremos el futuro.
Señoras y señores, atractivos comediantes del Carnaval 94, queridos dombenitenses todos: que estas mediocres palabras pronunciadas al abrigo de mis 30.000 mejores afectos hacia los hombres y mujeres de Don Benito, único patrimonio de este ínfimo pregonero, sirvan para levantar el telón del sublime Carnaval de esta ciudad.
Sed felices. Vivid.
¡Viva el Carnaval de Don Benito!
Sebastián de