sábado, 15 de diciembre de 2007

NAVIDAD: UN NUEVO VILLANCICO

NAVIDAD: UN NUEVO VILLANCICO.

Don Carlos Lamas, amigo, argentino calabazón o calabazón argentino con “dribling” periodístico sutil y director del Semanario Vagas Altas y La Serena (en adelante SEVAS), me ha enviado un correo electrónico envenenado con una doble intención: me convoca a la ya tradicional cena de convivencia con la que nos obsequia a los colaboradores del SEVAS y, de paso, también me “invita” a escribir un artículo para el especial de Navidad. El avezado editorialista don Carlos me pone en un aprieto porque, ciertamente, tengo mala conciencia ya que durante el 2007 no he hecho nada en esta publicación; así que … manos a la obra.

¡Navidad! ¿Y cómo se enfoca este tema? ¿Cuento el recurrente cuento de la Navidad que nos cuentan los prestidigitadores contadores de cuentos para relajarnos el espíritu: lotería, cava, panderetas, turrones, juguetes? ¿Me inclino por la versión social y enfatizo las negruras del ser humano en su cosmos micro y macro? ¿Hago alpinismo mental y recorro mundos etéreos para terminar enfrentando el feroz anónimo (“En Navidad el mundo se llena de hipócritas) con el paternalista Charles Dickens cuando afirma que “honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”? Al final he decidido adoptar una posición ecléctica y dar mi opinión personal (con lo que creo que podré ir a la cena de don Carlos con menos vergüenza. El postre dependerá del resultado de lo que escriba a continuación).

Por curiosidad he tecleado Navidad en el buscador Google. Me ha dado una cifra mareante: 111 millones de resultados. Navidad es un concepto omnipresente en la Red, en el Planeta. Ahora bien, ¿es igual la Navidad de ahora que la de antes? Quizás existan coincidencias en algunos detalles del fondo, sin embargo en las formas se constatan diferencias relevantes: de ahí el título de esta reflexión.

Sí, en las listas de éxitos de nuestras Navidades se ha situado en el nº 1 un nuevo villancico: Cortylandia, el más famoso icono-símbolo de la liturgia consumista de la actual Navidad española: “Cortylandia, Cortylandia, / vamos todos a cantar, / alegría en estas fiestas / porque ya es Navidad”.

Vladimir Propp publicó en 1928 un ensayo mítico titulado “Morfología del cuento”. En él analizaba los componentes básicos de los cuentos populares rusos, en especial los referidos a los cuentos de hadas. Sostenía, con certera visión de futuro, que en los mitos modernos se repite siempre la misma estructura: un acentuado maniqueísmo representado por héroes/buenos/protagonistas y villanos/malos/antagonistas. Esta aparente simplista teoría puede extrapolarse, si bien con cautela, a muchas de las manifestaciones colectivas del mundo actual. Todo ello naturalmente convenientemente vertebrado en torno a la omnipresente publicidad y al consumismo más desenfrenado. Veamos.

Me gusta visitar Madrid siempre, y en especial en estas fechas. Todos los años voy a ver con mi familia el espectáculo de Cortylandia que se encuentra en la fachada de El Corte Inglés de Preciados por la entrada de Maestro Victoria. Cortylandia es una especie de musical para niños que se pasa cada hora y que congrega a un gentío impresionante. Os contaré mi experiencia de este año porque creo que simboliza la Navidad adaptada a los nuevos tiempos.

Sábado, 1 de diciembre de 2007, 21,00 horas. Nos encontramos en Cortylandia, concretamente hemos alcanzado, a codazo limpio, la calle Misericordia, un buen sitio para asistir al espectáculo. Multitud compuesta por ávidos niños (unos en el suelo, otros en los carritos de bebé, bastantes en los hombros de sus papás), y por padres, madres y abuelos escépticamente entusiasmados, vendedores de globos, caretas y golosinas, mimos, algún que otro carterista, vaya usted a saber si algunos de la operación guateque y varios mendigos. Para que no falte nada, ETA había puesto ese día un muerto sobre la mesa. Todos los asistentes esperábamos impacientes la función: aquella obra de arte empezó a sonar con la maestría acostumbrada, los muñecos articulados se movían con soltura estudiada, este año incluso han incorporado un cañon de nieve. ¡Todos cantábamos a coro el nuevo villancico, el estribillo más famoso de la Navidad consumista! ¡Qué felicidad!

Pero al final nos devuelven a la cruda realidad: un personaje, con voz infantiloide, atrona el espacio y nos dice que después del espectáculo podemos visitar la planta 2ª en la que hay una exposición de no sé qué y también podemos ir a comprar los juguetes a la planta 8ª. Espontáneamente todos los adultos soltamos al unísono un grito/abucheo de decepción: ¡Oh! ¡Nos han engañado: primero nos trasladan a la almibarada y tópica Navidad de siempre y luego nos conducen a lo que les importa, la compra, el consumo! ¿Y los críos? ¡A la planta 8ª de inmediato!

Conclusión: nuestra Navidad se ambienta y se decora en la planta 2ª (pirotecnia verbal edulcorada, catálogo de buenas intenciones con Don Quijote de portero), pero en realidad se desarrolla en la planta 8ª, (catedrales del consumismo, grandes almacenes de usar y tirar con Sancho Panza de tamborilero kitsch).

El intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger, que siempre ha nadado contracorriente, acuñó aquello de la “manipulación industrial de las conciencias”. En este caso tendríamos que añadir masiva manipulación de las conciencias consumistas.

Es lo que hay: visión mercantil de artículos, costumbres, tendencias y hasta estrategias.

Estamos en plena vorágine electoral, mejor diremos electoralista. ¿Nos damos cuenta de que los partidos políticos también utilizan el nuevo villancico/estribillo de Cortylandia? Da igual que sea el candidato Carrefour como el candidato Lidl o Eroski. Todos coinciden: ya no venden ideologías, ahora nos presentan ofertas, promociones, rebajas, si hasta los eslóganes son intercambiables con los de los grandes centros comerciales. Eso sí, en campañas hábilmente etiquetadas por los terapeutas de la modernidad más chic asesorados por Maquiavelo. En la planta 2ª: exposición de buenos motivos, cambio climático, justicia social, autoestima colectiva, patriotismo de salón, subidas y bajadas, felicidad en vídeos, conejos en la chistera y ahora en Navidad, cava existencial; en fin, ¡qué bello es vivir con nosotros y qué desastre con los otros! En la planta 8ª: voluntad popular embotellada en escaños, D’Hont con sus laberínticas matemáticas, poder en definitiva.

¿Y podemos reaccionar ante el nuevo villancico de Cortylandia y sus plantas 2ª y 8ª?

El semiótico y novelista italiano Umberto Eco tituló uno de sus libros con la sugerente frase “Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas” con el fin de definir la posiciones en contra y a favor de cualquier asunto. Sin lugar a dudas en el tema de la Navidad existen muchísimos integrados y pocos apocalípticos.

Supongo que la solución viene por administrar con moderación los conceptos, algo aconsejable cuando existen excesos y hartazgo (y en nuestra Navidad existen).

En la planta 2ª deberíamos analizar críticamente toda la exposición de tópicos y lugares comunes sobre la Navidad, toda la incitación al consumo compulsivo para quedarnos con la quintaesencia de las fechas navideñas. Y subamos con confianza a la planta 8ª para poner de manifiesto lo verdaderamente importante: el hogar, la solidaridad, la magia de las cosas pequeñas, la lírica de lo íntimo, la buena gente.

¿Y si no nos da resultado esta receta? ¡Siempre nos quedará el alma! ¡En último caso, el almax, para digestiones pesadas!

Pero ¿qué digestiones pesadas: la de la cena a la que me ha invitado don Carlos, la de Navidad o la lectura de este artículo?


Sebastián de la Peña Martín.

(Artículo publicado en el Semanario Vegas Altas y La Serena.)