viernes, 23 de noviembre de 2007

Cultura.

CULTURA.

Me pregunto yo si tendría razón el que, con aire apocalíptico, afirmaba que asistimos y asistiremos ineludiblemente a tiempos feroces.
Lo cierto es que en este mundo histriónico vivimos tiempos alicatados hasta el cielo de desesperanzas, alimentados de ludopatías, rutas del bakalao, culebrones lacrimógenos televisivos,oncología social corrupta y pantalones vaqueros de marca.Nuestras conciencias de metacrilato auguran un otoño finisecular decadente. Y es que nuestras almas andan de rebajas anímicas y de crisis materiales.
Pero yo no tengo intención de arengaros con una herrumbrosa apología del infortunio; bien al contrario quiero avivar un concepto trascendental en los malos momentos: la cultura, la educación como herramientas útiles para afrontar la crisis. Argumentos: probablemente les parecerá hiperbólico el aserto combativo de Celaya: "la poesía es un arma cargada de futuro"; con seguridad considerarán temeraria aquella afirmación letal de que "cuando oigas la palabra cultura, échate las manos a las pistolas"; sentimentaloide se pondría doña Adelaida que, con el sopor de la siesta intelectual, contestaría que la cultura tiene 625 líneas y niveles de la audiencia. Nosotros elegimos la explicación mesurada del filósofo Aristóteles, el cual, con equilibrio helénico, aseveró que "la sabiduría es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad". Y así es: la cultura ayuda a ganar el futuro. Con la cultura, con la educación se gana el futuro individual, el futuro de las personas; con la cultura, con la educación se gana el futuro colectivo, el futuro de los pueblos.
El Ministro de Educación de Estados Unidos, muy preocupado por la bofetada que supone al país más rico del planeta el dato estadístico sobrecogedor de que 90 millones de norteamericanos no dominan los conocimientos elementales y por lo tanto pueden considerarseles analfabetos funcionales, señala que "en EE.UU. está afirmándose una sociedad dividida básicamente en dos clases: una formada por los que saben y entienden que deben aprender más, y otra compuesta por la gran mayoría de los que ni comprenden que su carencia de conocimientos compromete sus posibilidades de ganarse la vida en una sociedad cada día más competitiva y tecnológica. Por lo tanto debemos avanzar hacia una reforma sistemática de la educación".
Esta reflexión del mandatario norteamericano, verdadera señal de alerta educativa institucional, nos puede servir para analizar el presente y el futuro de la enseñanza en España. Lo que parece obvio es que la enseñanza debe estar conexionada con los tiempos actuales; el sistema tradicional adolece de ser excesivamente academicista y teórico porque ha soslayado aspectos consuetudinarios. La nueva enseñanza apuesta por conciliar teoría y práctica, abstracción y realidad. Se hacen perentorias varias condiciones para que resulte exitosa la experiencia: reciclaje de la mentalidad de profesores, alumnos, padres, y dinero. Para que la tiza se convierta en un artilugio prehistórico y nostálgico ante la pujanza de los nuevos instrumentos pedagógicos, el ordenador y el vídeo, se necesita insuflar más presupuesto y dedicación a la educación, a la cultura. Nos jugamos el aprobar o suspender el porvenir.
A pesar del ambiente restrictivo reinante yo pienso que no tenía razón el de los tiempos feroces del principio. Más bien acertaba aquel que, preguntado por su diagnóstico de la situación actual, respondió, con aire estoico, que lo peor ya ha pasado.
Por ello me gustaría que todos entonásemos una apología de la esperanza y que reconvirtiésemos, con tono cadencioso, lo del filósofo cantor dominicano: "ojalá que llueva esperanza, en este caso esperanza verde, blanca y negra".
En fin, buscando una conclusión pregunte al sol y el sol me respondió:
NADIE ES ANALFABETO POR ELECCIÓN, SINO COMO CONSECUENCIA DE LAS CONDICIONES EN QUE SE ENCUENTRA".


Sebastián de la Peña Martín.