INVENTARIO DE LA 3ª EDAD.
* Todos, jóvenes, viejos, ricos, pobres, sanos, enfermos, absolutamente todos tenemos la capacidad de cambiar, de aprender, de evolucionar y de desarrollarnos armónicamente.
* El que vive una vida trivial, muere todos los días.
* Si quieres ser feliz durante toda una vida, ayuda a la generación siguiente.
* Siempre debemos cambiar, renovarnos, rejuvenecernos; de lo contrario, nos endurecemos.
* Saber envejecer es la obra maestra de la sabiduría.
* Hijo fuiste, padre serás; cual hiciste, tal habrás.
MATERIAL PARA DAR DE BAJA.-
Tenemos que dar de baja algunas cínicas e insalubres barricadas contra las personas mayores: "Los viejos ya no son productivos"; "los ancianos deben limitarse a disfrutar silenciosamente de sus años dorados"; "los viejos se han ganado un descansito, si acaso sirven para cuidar a los nietos", etc.
¿Por qué solicitamos la baja de estas concepciones restrictivas?.
Las investigaciones más recientes en el ámbito de la gerontología revelan un dato muy ilustrativo: hasta un 80 % de lo que ahora denominamos "vejez" no está relacionado con la biología. Por el contrario, tiene sus raíces en las expectativas y en las actitudes. Es cierto que el 20% que sí se debe a la biología puede incapacitarnos e, incluso, producir nuestra muerte. Pero si nos concentramos en mejorar y en cambiar el 80% innecesario, hay posibilidades de salir ganando por encima de nuestras previsiones más optimistas y vivir una gozosa 3ª edad.
Siempre he sentido un profundo respeto y una reverencial admiración por los hombres y mujeres de la 3ª edad.
Ya el término 3ª edad constituye un eufemismo que atenúa el contenido peyorativo que algunas personas podrían conceder a la palabra vejez.
En las civilizaciones orales, antes de la imprenta de Gutenberg, los viejos gozaban de la consideración de líderes de las tribus, las personas más respetadas de los pueblos. La razón estribaba en que eran los expertos en el arte de vivir puesto que su memoria, elemento de conocimiento y poder, almacenaba las experiencias que curten la personalidad del ser humano y condicionan los avatares de la historia.
Con excesiva frecuencia el diálogo entre los viejos y los jóvenes ha estado presidido por estériles desprecios y piedades timoratas; con excesiva frecuencia hemos desdeñado a los ancianos desterrándolos a la más fiera soledad: hemos compartido el ortodoxo ritmo vital: los jóvenes van por grupos, los adultos por parejas y los viejos van solos; con excesiva frecuencia hemos considerado a nuestros mayores como fastidiosos enfermos: si tenían fortuna, a esperar, si no poseían nada, los arrumbábamos en la calle o en el asilo; con excesiva frecuencia hemos identificado la vejez con una etapa decrépita, decadente, sombría, prosaica. Sin embargo nos olvidábamos de características esenciales: la vejez equilibra los sueños utópicos y fogosos del adolescente y la realidad monetaria del adulto; la longevidad acrisola experiencia y atempera el espíritu.
La 3ª edad cobra cada día más importancia en nuestro tiempo. Las mejores condiciones existenciales posibilitan una mayor esperanza de vida. Si a esto unimos los bajos índices de natalidad comprenderemos los motivos por los que nuestra sociedad cuenta con un elevado nº de personas ancianas.
Antiguamente se fomentó la leyenda del pobre viejo marginado por la familia comiendo con la cuchara de palo en un rincón de la casa entre los estertores del crepúsculo vital. En la actualidad, en muchos casos, los viejos representan el maná mensual de la pensión, sobre todo para las familias azotadas por la crisis económica, constituyen farmacias de uso/abuso de avituallamiento de medicinas para todos, se han convertido casi en funcionarios de la subsistencia.
El concepto de senectud ha variado sensiblemente situándose en sus antípodas. Nuestra 3ª edad ha incrementado su grado de independencia, ha ganado la batalla a la soledad, ha destruido el tópico de la decrepitud física y psíquica, ha programado su existencia en torno a un concepto lúdico de la vida, en su mapa del tiempo ya no es invierno sino primavera mental. Su importancia en la sociedad puede calibrarse por el protagonismo que adquieren en las elecciones convirtiéndose en votantes trascendentales de los que en gran medida depende el futuro del país.
Nuestros viejos ya no son enfermos agónicos en espera de alimentar cipreses, sino personas que gozan de un nuevo carpem diem propio de su edad: se reúnen, se divierten, juegan, viajan, disfrutan. Una serie televisiva, "Las chicas de oro", metaforizó y basó su éxito en esta nueva filosofía cuyas señas de identidad son las enormes ganas de vivir.
Sebastián de