viernes, 23 de noviembre de 2007

Políticos.

POLÍTICOS.

Probablemente sea culpa del italiano o quizás del jurisconsulto belga, o tal vez de la imagen. El caso es que la clase política está muy desprestigiada y no resulta extraño evocar aquella greguería de Gómez de la Serna que dice:"Al oír a un político que nadie puede dudar de su gestión me parece escuchar que nadie puede dudar de su digestión", o aquella cita acerba de Lamartine: "Cuanto más observo a los representantes del pueblo, más admiro a los perros". El caso es que la clase política se ha recluido en sus urnas-torres de marfil y sólo baja a la calle en las campañas electorales. El caso es que en los Parlamentos los diputados entonan al unísono el karaoke parlamentario que les dictan férreamente invocando la disciplina de partido: hoy,dale a tu cuerpo alegría ,Macarena; mañana, ritmo de sardana. El caso es que nos hablan con el lenguaje cáustico del BOE y nos mitinean con los argumentos casquivanos y dualistas de la moderna sondeocracia. De todo ello se deduce que se producen interferencias en la sintonía entre representantes y representados.
Todos coincidiremos en que los políticos deben ser hombres y mujeres que atesoren razón y no corazón en los momentos delicados, hombres y mujeres que aseguren la salud convivencial de la sociedad, hombres y mujeres que inventarien conceptos tan sublimes como dignidad, ética, credibilidad, ejemplo, justicia. Cuando la clase política de un país no responde a estos parámetros los ciudadanos experimentan una convivencia insalubre.
Mucho ha cambiado el mensaje político en los últimos tiempos. Inmersos plenamente en el crepúsculo de los dogmatismos, lejos quedan las ideologizadas proclamas de los candidatos de antaño. Ahora la comunicación política es tributaria de los métodos sofisticados de la publicidad. La imagen se enseñorea por las altas esferas del poder, de modo que muchas actitudes se toman en función de lo que sugieren y seducen. Los asesores de imagen bien saben que el mensaje de nuestros políticos actuales se vertebra en torno a 3 factores:
-Estrategia de la astucia o culto a Maquiavelo.
-Estrategia del reparto de los escaños o culto a D'Hondt.
-Estrategia de la publicidad o culto a los sondeos.

Las campañas electorales aureolan al candidato de promesas de felicidad paradisiaca, lo embellecen con el magnetismo de la seducción, promoviendo un verdadero trasplante entre realidad y deseos y estos son los que uno compra o vota: estamos, pues , ante el voto imaginario.
Esta retórica de la imagen publicitaria ha mediatizado a algunos de nuestros políticos. Un reciente estudio de biosociología , coordinado por el doctor González Más, ha puesto de manifiesto que la erótica del poder no es simplemente un tópico sino que existe y es contagiosa. Sintomatología: tendencia a la verborrea, deterioro de la capacidad de autocrítica, alto grado de satisfacción personal,etc. Algunos poderdependientes cambian su imagen externa guiados por un espíritu narcisista: sustituyen las gafas por lentillas, visten marcas caras, visitan saunas o construyen gimnasios en sus casas, tendencia a estimular los goces sensuales.

A pesar de todo tenemos que defender, reivindicar y rehabilitar, incluso en momentos críticos, a los políticos porque salvaguardan el entendimiento armónico de los ciudadanos; porque, en definitiva, ejercen una de las actividades más dignas y fundamentales del ser humano: representar al pueblo.
Todavía es posible recuperar la poesía de la política. Todavía es posible que los candidatos, parafraseando a Giscard D'Estaing en la Francia de 1974, digan a los electores:"queremos mirar en el fondo de vuestros ojos y de vuestros corazones; no sólo en el fondo de vuestros bolsillos". Así se podría desmitificar la imagen maquiavélica de los políticos y desterrar aquella anécdota de Guy Mollet que vio un día en casa de un amigo cómo un niño se tomaba aceite de ricino sin protestar. Preguntó la razón y el padre del muchacho le respondió:
-Es muy dócil, se traga todo lo que le echen.
Entonces el político francés, de manera socarrona, pontificó:
-Pues el día de mañana será un perfecto elector.

Sea como fuere, el caso es que si nuestros representantes políticos se muestran quebradizos, quizás la culpa sea del italiano Maquiavelo, o quizás del jurisconsulto belga D'Hondt, o quizás de la imagen, o tal vez de todos nosotros.

En fin, buscando una conclusión, pregunté al sol y el sol me respondió: "LA PERSONA QUE NO SE PREOCUPA DE LA POLÍTICA ES UN INMORAL, PERO EL QUE SÓLO SE OCUPA DE LA POLÍTICA ES UN MAJADERO".


Sebastián de la Peña Martín.